Esto que voy a escribir es de un artículo que leí en
una revista de hacer familia, escrito por Alfonso Aguiló, viene a decir lo mismo que he dicho en anteriores entradas, pero puede servir para complementar
En el camino vital de cualquier persona hay toda una
serie de decisiones que pueden y deben tener un carácter definitivo: los
principios y valores por los que uno apuesta, los proyectos de largo recorrido
a los que uno se entrega, la persona a la que une su vida, las nuevas vidas que
se traen al mundo y, en fin, todas aquellas decisiones que no pueden ser
revisables cada vez que surge una dificultad, puesto que son opciones que
exigen una lealtad continuada.
Es cierto que saber rectificar una decisión mal tomada
es una muestra de sensatez. Pero quienes no terminan de decidirse, y dudan,
tienen miedo, o se replantean todo una y otra vez, hacen de sus vidas un camino
sinuoso y errático, en el que otros acaban decidiendo por ellos, puesto que,
inevitablemente, toda persona acaba tomando un camino, y no otros, y al final,
quien no opta con determinación por el suyo, acaba tomando, sin mucha
reflexión, cualquier otro a los que la vida le conduzca.
Lealtad continuada al camino emprendido no significa
irreflexión ni lealtad ciega. Es obvio que todo camino atraviesa siempre
algunos momentos de oscuridad, y que ningún proyecto ofrece plena satisfacción
de principio a fin. No se trata de eludir la pregunta frecuente sobre el
sentido de los que hacemos, o sobre la medida en que nuestros esfuerzos nos
acercan realmente a la meta que
buscamos. Pero esa pregunta sobre el sentido de lo que hacemos no puede
convertirse en una duda permanente, o en el replanteamiento constante de
nuestros objetivos, o en el abandono cuando aparecen los contratiempos.
Y como contratiempos inesperados aparecen en todo
camino, parece claro que, para llegar a buen fin, hay decisiones importantes y
de cierto alcance que exigen un compromiso de no retorno, porque de lo
contrario es previsible que, tarde o temprano, flaqueen nuestras fuerzas y
abandonemos nuestro empeño sin esforzarnos lo suficiente.
Y hay unas cuantas decisiones en la vida que exigen
este tipo de apuesta valiente, porque, de lo contrario, la posibilidad de
volverse atrás impide que se movilicen todos los recursos personales que
podemos sacar de nuestro interior para llevar a feliz término esas empresas difíciles, como lo son, por ejemplo,
formar una familia unida o ser fiel a una vocación o a unos principios a lo
largo de toda la vida. Hacer elecciones definitivas y vivirlas con fidelidad es
lo que ensancha la libertad y da sentido pleno a la existencia.
Aprovecho para decir que la imagen con la que veo la
esperanza, la lealtad, o la fe (como queráis llamarlo) es con forma de horizonte, porque es el lugar al que te
diriges, la meta que te propones. Sin embargo, no eres capaz de ver lo que hay
al otro lado, pero aun así sigues siendo fiel a tu proyecto y continúas
adelante en el camino.
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