Una de las cosas que más me llaman la atención es cómo
la gente ante un mismo hecho, puede tener opiniones contrarias, es lógico que
se pueda explicar una misma cosa desde perspectivas diferentes (tal y como
vimos en la primera regla: la universalidad) para luego llegar a la misma
conclusión; pero conclusiones contrarias ante un mismo hecho es algo totalmente
incoherente, ya que el mundo ha sido creado de una sola forma.
Sin embargo, a pesar de todo esto, es cierto que no
podemos conocer la verdad, ya que no somos perfectos. De todas formas,
considerar que todas las opiniones son igual de válidas pienso que es un error, ya que
entonces estaríamos cayendo en un relativismo moral (en el que, por cierto ya
estamos), en el cual se dice que todo vale, lo que equivale a decir que nada
vale, ya que entonces da igual si decido robar, violar, matar, drogarme, pegar
una paliza a alguien, faltar al respeto a aquel que piensa de forma diferente a
mí…, pues al fin y al cabo soy libre de hacer lo que me plazca, ¿no?.
A pesar de esta relatividad, es curioso como las
opiniones de expertos en determinados temas suelen coincidir, lo cual hace a
uno pensar que no todas las opiniones son igual de válidas. Y esto es algo básico
para cuando hable del mercado de opiniones de la imparcialicracia.
Quizá os llame la atención que hablando del
imparcialismo diga que no todas las opiniones sean igual de válidas; pienso que
ser imparcial no significa ser neutral o indiferente, si esto fuera así, sería
absurdo ir a los juzgados, ya que nunca saldrían culpables o inocentes. Todo lo
contrario, el imparcialismo trata de a partir de hechos objetivos y coherentes
deducir si algo está bien o mal (inocente
o culpable), y muchas veces ocurre que si pensamos las cosas de una
forma serena nos damos cuenta de que estábamos equivocados en algo, o incluso
cuando nos vamos informando sobre algo.
Dentro del imparcialismo es básico ser autocrítico, es
decir, que reflexionemos sobre nuestros errores, de qué nos sentimos
orgullosos, qué es lo que podemos mejorar y potenciar…, se trata en definitiva
de ser nuestros propios jueces.
¿No os pasa muchas veces que hablando con alguien se
os rompen los esquemas mentales que teníais sobre algo?, y es que a veces
cuando escuchamos a los demás, y hablamos de una forma serena, nos damos cuenta
de que estábamos equivocados o acertados en algo, se ponen en común impresiones
como si hubieran encajado 2 piezas de un puzzle, y es que el ser humano es un
animal social, cada uno es de una forma diferente, pero gracias a los vínculos
que establecemos al convivir con los demás, nos enriquecemos y descubrimos
nuestra dimensión como personas.
Cada persona puede conocer pequeños fragmentos de
verdad sobre determinados temas, que van creciendo cuando se ponen en común,
por eso es importante no cerrarse y decir que todo vale, porque entonces no
creceríamos.
Por todo esto, pienso que el conocimiento está para
ser compartido, si la persona que descubrió el fuego no hubiera compartido ese
conocimiento, aún seguiríamos en taparrabos; y eso es lo que voy a hacer, voy a
compartir con vosotros mis reflexiones, aunque puede ser que me equivoque en lo que diga.
Por cierto, dije que muchas de las reflexiones que hacía
las sacaba a partir de imágenes que visualizaba en mi cabeza, pues la verdad la
veo con forma de esfera, porque en el supuesto caso de que alguien conociera la
verdad, vería como todo está relacionado entre sí, que a través de un punto
puedes llegar a cualquier otro, pues no hay cabos sueltos.
De hecho, uno de los símbolos del imparcialismo (los
cuales más adelante explicaré) es un árbol con forma de I (el árbol del
imparcialismo), ese árbol representa al ser humano, y tiene un crecimiento
particular, no sólo crece a lo grande, sino que a medida que va creciendo, la
copa del árbol tiende a crecer hacia las raíces y las raíces hacia la copa del
árbol, en otras palabras, su crecimiento va creciendo hacia la forma de una
esfera, aunque nunca llega a completarse debido a nuestra imperfección, ese
crecimiento refleja nuestra madurez y deseo de orientar nuestros pasos hacia
esa verdad, una verdad trascendental, nuestro deseo de que algún día podamos
entendernos los unos a los otros y podamos convivir en paz.
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